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El camino se trunca aquí, se tuerce,
en eternos momentos sin aliento,
cuelga el mundo de sí, como un lamento,
que grita estrepitoso y se retuerce.
Grito amargo y doliente, por honesto,
que recuerda, tan cruel, al mundo entero
la rabia contenida y lo «molesto»
del dolor de unos cuantos al acero.
Huir, llorar, penar de desaliento,
ante tanta ignorancia de arrogantes
humanoides, llamados comandantes.
Desembocan mil ríos de ansiedades,
corrientes de personas, que aterradas,
a un mar desconocido son lanzadas.
Beatriz Barragán Fernández © 26.11.2022