Todos hemos vivido y seguimos viviendo, la crisis que se ha originado globalmente por la pandemia provocada por el COVID-19. Es seguro que ninguno de nosotros podremos olvidar estos desgraciados acontecimientos que nos ha tocado vivir. La tremenda crisis sanitaria provocada a nivel mundial que, en la era de la globalización, la tecnificación, la digitalización del comercio y del 5.0, ha descolocado y puesto en aprietos económicos y sanitarios a las más poderosas naciones del mundo.Tan poderosos que nos consideramos los seres humanos y hemos sido puestos a prueba ~¡ y de qué manera!~ por un diminuto e insignificante virus con pinchos de corona.
Al igual que nuestros antepasados vivieron las grandes guerras mundiales, nosotros podremos recordar, cuando seamos ancianos, que vivimos y sobrevivimos a la peor pandemia mundial del siglo XXI. Desgraciadamente, han sido tantas las víctimas de esta enfermedad, que es muy probable que cada uno de los españoles hayamos perdido a algún familiar directo o a alguien cercano a nuestro entorno debido a la enfermedad provocada por el coronavirus. Así ha sido en mi caso. Yo perdí a mi primo Gelo, a los 15 días de iniciarse el primer estado de alarma y la cuarentena, el 30 de marzo, no llegó a estar ni 48 horas hospitalizado.
En esos días ignorábamos aún cual sería el verdadero alcance de la pandemia, que en la actualidad asola los países de América, tanto los EE.UU. como los de América del sur, debido a las negligentes actitudes de muchos de sus mandatarios, a destacar, como por todos es sabido, la rocambolesca, absurda, irresponsable e inmoral actuación de Donald Trump ante esta enfermedad, que está arrasando con cientos de miles de vidas en el país que preside, con absoluto y total desprecio por las vidas de quienes le han hecho llegar al poder.
Yo empezaba a barruntar que nada bueno sería de mi situación laboral, pues el día 21 de abril cumplía mi primer año de contrato en la empresa que trabajaba, sí, “trabajaba” en tiempo pasado, porque, unos días antes de esa fecha, me llamaron para comunicarme que era imposible mi renovación. Dentro de lo difícil de la situación, desplazada de mi casa y lejos de mi familia, debido a este puesto de trabajo que ahora estaba perdiendo y, en medio de la cuarentena, sin posibilidad de trasladarme de vuelta a casa. Tocaba esperar y seguir costeando unos gastos innecesarios. En cierto modo yo era más afortunada que muchos otros, 14 meses de paro me hacían tomar el asunto desde una perspectiva de tranquilidad, pero sin pausa posible. Entonces mi cabeza comenzó a dar vueltas.
No recuerdo bien de qué manera llegó a mí, a través de Instagram un curso gratuito en IGTV de “Lettering” que ofrecía Uniball España por cuenta del extraordinario ilustrador @dirtyharry.
La verdad es que yo, desde los más tiernos años de mi infancia recuerdo haber hecho eso, “dibujar letras”, aunque antes no lo llamábamos «lettering». Fué algo que alegró sobremanera mis días, y me inspiró para retomar mi afición por dibujar, tanto letras como otras ilustraciones, con un estilo muy mío y particular que empecé a practicar en la adolescencia y que hacía muchos años que tenía totalmente abandonado debido a la vorágine de la vida y el trabajo.
Por primera vez desde el 14 de Marzo, empecé a sentir que el COVID-19 me estaba dando una oportunidad.
Beatriz Barragán Fernández Ⓒ 6.07.2020
