Leyendo los renglones torcidos de la vida a veces nos devuelven una voz que no es la nuestra, una lectura que nunca quisimos hacer, como si el escrito de nuestras vidas tuviera renglones desconocidos para nosotros, que nunca antes ensayamos y llegados a este párrafo ¿Cómo se lee?,
¿Dónde se pone el énfasis en esta estrofa?
Hay párrafos con palabras impronunciables, como sacadas del vocabulario alemán, que rompen el significado de esa frase, de ese capítulo e incluso de todo el libro.
A veces dos lectores de la misma vida hacen interpretaciones absolutamente diferentes de los mismos hechos, aún con explicaciones claras e indiscutibles. ¡Qué digo a veces! ¡Siempre! Hay cegueras impostadas ante determinados vocablos o expresiones, cegueras interesadas que cambian el sentido de la frase o del hecho en sí.
Leer con imparcialidad es complicado, incluso cuando se trata de hechos objetivos. Ciertamente, querer hacer una lectura de la vida en lugar de escribirla cada día es cuanto menos difícil. Cada paso es un vocablo que se une al siguiente sin querer y que no se puede desandar para escribir otro diferente, aunque cuando nos pongamos a leer queramos poner otro en su lugar. No sirve inventar al leer, porque las frases quedaron tras nuestros pasos, incluso las que algún día olvidamos y hasta las que queremos olvidar.
Cada gesto escribe, cada giro cuenta, cada segundo, punto, coma, acento, exclamación y hasta cada silencio, se unen confabulando en contra de nuestra memoria, si, de esa selectiva, la que después al leer quiere interpretar como no fue. Pero fue. Fue en tiempo pasado aunque haya pasado un ínfimo segundo ya no se puede cambiar.
No hay rewind (disculpad el anglicismo)
Y es entonces cuando, queriendo corregir lo escrito, hacemos tachones, borrones, cambios, que no sirven, que no mejoran nuestra ópera prima. Si, «ópera prima» , única y última. Sólo hay una y es irrepetible e incorregible. No es una novela, ni un poema, ni una obra de teatro ni mucho menos un ensayo. No hay ensayos, nos lanzamos al escenario sin estudiar el guión y sale lo que sale. Eso es la vida. Así que hay que elegir bien a los actores principales, a los secundarios y a todo el reparto para que nuestros renglones estén lo menos torcidos posible.
Lo mejor es no esperar aplausos sino caminar bien erguidos por el escenario y no mirar mucho atrás, pues ya sabemos, que lo andado, andado está y querer volver a leer solo retorcerá nuestros renglones.
Beatriz Barragán Fernández © 16.1.2020