Un suspiro se escapa desde el pecho, como escupiendo angustias contenidas, como un amigo al frente que te escucha y sabe que tus ojos tienen lágrimas. Y el suspiro te tiene y se repite y dentro de tu pecho ya no caben uno y otro y otro que te angustian y tampoco la lágrima que rompe el hielo que te corta el sentimiento.
Y sientes ese frío así tan dentro, como ese hielo que roza tus sentidos y no da paso a la lágrima salina que derrita la pena que acumula esa tensión que atenaza así tu espíritu, ese dolor que explota en el silencio, que provoca tu duelo por la vida, por esa que se para y te depara otros anhelos distintos a los que tu esperabas.
Entonces el suspiro te hinche el pecho y ya no aguantas más y soplas fuerte, como si en el soplido se fueran de tu mente los duelos que te acechan y provocan, justo ese suspiro que es demente, pues llena de locura tus sentidos. Y no sabes si aciertas o te mientes, si avanzas o te paras, si te odias o te quieres, o acaso es la locura que se siente tan llena de esa fuerza que alimenta tus dudas y te lleva a otro nuevo suspiro que te agota…
Beatriz Barragán © 6.8.2015